Anecdóticamente, es fácil comprender cómo tras un accidente grave en el que se ve implicado un camión de grandes dimensiones, los ocupantes de un vehículo de pasajeros se llevan la peor parte de las secuelas del accidente. La mera diferencia de tamaño entre un coche y un camión hace que sea mucho más probable, por una mera cuestión de física, que el coche quede aplastado o gravemente dañado y sus ocupantes heridos o muertos.
Estadísticas recopiladas por la Administración Federal de Seguridad de Vehículos de Motor y otros fuentes respaldan esta suposición. De las casi 4.000 personas que murieron en accidentes de camión en 2016, el último año del que se dispone de estadísticas, aproximadamente dos tercios viajaban en automóvil. Otro 16% de las víctimas viajaban en motocicleta o bicicleta o eran peatones.
Los datos sugerían que uno de los principales factores de estos accidentes mortales era la incapacidad de los camiones para frenar a tiempo. Naturalmente, los camiones tardan más en frenar que los coches, y cuando un camión se sobrecargadoSi el conductor, por ejemplo, circula por una carretera resbaladiza o mojada o intenta frenar con los frenos en mal estado, el resultado puede ser trágico.
La conducción fatigada fue también una causa importante de accidentes mortales. A pesar de las normas que lo prohíben, muchos camioneros viajan más de 11 horas en un tramo, lo que significa que a menudo están privados de sueño mientras maniobran su gran camión por una autopista principal. Como se ha mencionado en este blog, un camionero fatigado puede incurrir en conductas de riesgo similares a las de una persona que conduce ebria.